Con 91 años de edad, Picasso era considerado una leyenda, uno de los grandes genios de la pintura de todos los tiempos, no sin razón. Aunque vivía apartado de la vida pública en su casa de Cannes, Notre Dame de Vie, atendido constantemente por Jaqueline, no perdió su afán creativo, hasta incluso después de su muerte.
Como si de una obsesión se tratara, Picasso, seleccionó de entre su obra más reciente nada menos que 167 óleos y 45 dibujos, para realizar la que sería su última gran exposición en vida:
Palacio Papal de Avignon, actual centro cultural.
fuerza en la representación más primaria posible, pero con la complejidad y densidad conceptual que acarrea su alta experiencia, "pintar como un niño y racionalizarlo como un adulto"
Como era de esperar, tanto esta, como la primera exposición que se realizó tras su muerte, y que incluían las últimas obras de Picasso, produjeron cierta indiferencia en la opinión de la crítica, basada además en la dura justificación del agotamiento que acarreaba el artista.
En relación se empezó a hablar de la falta del instinto como fuente de inspiración en esta última época, a insinuar la desaparición de Pablo Picasso entre las mareas de la edad, algo totalmente injusto, que no se valorará hasta 15 años después con las exposiciones del Centro Pompidou de París y en la Tate Gallery de Londres en 1988.
En esta última etapa veremos menos complejidad representativa, pero es que es en la ausencia en muchas ocasiones en las que encontraremos la verdadera inspiración del artista: Picasso se ve ya sólo ante la muerte y buscará la recreación de sus etapas gloriosas pero también limpiará su arte de adornos para enfrentar el vacío y la ostentación, como si de la vida y la muerte se tratara. Eros y Thanatos.
Guillermo Serrano Cercas